Freya, hada de la fresa.
La fresa es una planta herbácea de tallos rastreros, hojas compuestas, flores blancas y fruto rojo, sabroso y aromático (su nombre latino fragaria, viene de fragans, "fragancia") y está cargada de simbolismo desde tiempos remotos. Sabemos, gracias a los vestigios fosilizados descubiertos en unas excavaciones arqueológicas en Suiza, que ya en la prehistoria los pueblos conocían y apreciaban la fresa, pues la llamaban "el más exclusivo fruto" o "fruto del espíritu" y reconocían en ella, además de sus propiedades nutrientes, valores simbólicos y curativos.
Figura de Freya, hada de la fresa.
El hada Freya, que adopta las virtudes de este fruto, se relaciona con los mitos de la civilización grecorromana, donde la fresa devino el símbolo sagrado de Venus, la diosa del amor, pues ambos, diosa y fruto, representaban la sensualidad y se decía favorecían las pasiones. En las culturas noreuropeas, el hada se identificaba con Frigga o Freyra, divinidad semejante a Venus y también consagrada al deseo y a la pasión amorosa. Asimismo, se la conocía como el "hada con lágrimas de oro", pues el desamor que a veces sufren los humanos la llena de aflición.
Con el cristianismo, el simbolismo sensual de la fresa desapareció y, como otros elementos paganos, se cargó de religiosidad. Los artistas medievales gustaban de representar imágenes de la virgen con fresas que expresaban su virtud y perfección, o bien las incluían en decoración de altares y columnas de las iglesias, con idéntico sentido. Incluso los más devotos ofrecían fresas rojas y maduras a la virgen para obtener de ella sus favores.
Fuente: Colección "Hadas de las flores" de Altaya.
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