Alba, hada de la espinera blanca.
La espinera blanca se encuentra tradicionalmente asociada a dioses y personajes mitológicos. En la antigua Grecia se relacionaba con la ninfa Cardea, que la usaba para hacer encantamientos, y en el País de Gales con Yoppaddaden Denhawr, padre de Olwen, la Diosa Blanca. En ambas culturas, esta planta de mágicas propiedades simbolizaba la fertilidad, pero en la tradición judeocristiana adquirió un valor sagrado pues Jesucristo llevaba, en su crucifixión, una corona de espino. Se cuenta además que la Virgen María dejó sacar la ropa del niño Jesús sobre un espino, por lo que le fue concedida a este árbol la virtud de ser inmune a los rayos. Con el tiempo se convirtió en símbolo de la navidad y de la paz.
Los antiguos celtas, para quienes eran sagrados los árboles y las plantas, llamaban al espino "Huathe" y creían que, junto al roble y el fresno, constituía la tríada de árboles consagrados a las hadas que vivían en los bosques donde crecían estas especies. En el mes de mayo, durante la fiesta de celebración de la primavera, las gentes celtas tomaban las blancas y olorosas flores del espino y confeccionaban una bellísima corona destinada a la reina de las hadas, impulsora del ciclo reproductor.
Muchas supersticiones se han forjado en torno al espino, pero la más extendida es la que asegura que, si durante la noche de San Juan se lleva a casa un manojo de ramas, éstas protegeran el hogar de toda catástrofe. Un ritual más sencillo afirma que impedirán la entrada de malos espíritus a la casa si se cuelga de la puerta. Figura de Alba, el hada de la espinera blanca.
Fuente: Colección "Hadas de las flores" de Altaya.
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